martes, 4 de agosto de 2009


Como si estuviéramos asistiendo a la más impresionante conferencia de escritores de todos los tiempos,casi 600 expertos de las letras nos cuentan con honestidad descarnada sus intimidades frente al acto de escribir y los motivos que los impulsan a hacerlo.
Este liblog ( libro-blog) muestra opiniones personales de novelistas, poetas, dramaturgos y creadores de todas las culturas y tiempos. La literatura tiene el enorme poder de trascender y transformar. Los escritores enseñan los detalles personales y universales de la experiencia humana, sacuden la sensibilidad, atraviesan barreras emocionales, descubren posibilidades futuras. A través de ellos confrontamos nuestras sombras y nos llenamos de inspiracion para sacar lo mejor de nosotros mismos. Se trate de ficción o de plasmar la realidad, ellos siempre alimentan el alma humana.
¿Qué motiva a estos creadores que nos iluminan el camino?
Escribir no es fácil y siempre es riesgoso, y muchas veces implica desnudar el alma visceralmente.Pero al escritor no le importa, y persevera en esta solidaria tarea de darnos consuelo a través de sus textos.
Esta edición reúne veinte años de investigación y búsqueda en textos, cartas, conferencias, biografías y entrevistas hasta obtener la respuesta de medio millar de escritores de diferentes países y de distintos periodos de la historia.
Al revelar por qué escriben, todos opinan sobre temas aún más profundos que su oficio: los temores, la muerte, el coraje y el sentido de la existencia humana.
Escribir es un acto de mostrarse desde las entrañas, y hablar de la escritura es compartir lo más intimo de cada escritor con lo más intimo de cada lector.
Sus confesiones son una extraordinaria ayuda ante el desaliento, al demostrar que creadores gigantes sufrieron bloqueos, dudas, la indiferencia de sus editores y el desasosiego de no saber cómo seguir adelante con su propósito. Así todo, no se rindieron. Siguieron intentándolo, porque porque crear es una manera de vivir.
Sus testimonios son un manual de auxilio para creadores bloqueados, una fuente de consuelo cuando la inspiración declina, y una guía espiritual ante el desaliento, porque crear es un acto de fe y de perseverancia.
Conrad, Rilke, Kafka, Flaubert, Borges, Simenon, Woolf, Duras, Pessoa, Onetti, Faulkner, García Márquez, Nabokov, Rulfo, Highsmith, Proust, Bioy, Bernhard, Monterroso, Carver y muchos otros nombres célebres nos explican por qué dedicaron sus vidas a esta dulce condena ( de acuerdo a Onetti) , a esta diversión desesperada (según Juan Filloy), a esta maldita condena ( según Julio Cortázar), a esta maldición que salva ( según Clarice Lispector).
Cuenta con un prólogo de 29 páginas en el que explico el sentido de este libro, a la vez que realizo una breve historia de la narrativa, explico lo que la literatura tiene de orgánico , planteo la polémica entre literatura comercial o literatura “seria” y se mencionas nociones para facilitar incentivos a la lectura.

¿ Por qué escriben los que escriben?

Manual de autoayuda literaria: Cuando los escritores nos enseñan a vivir
Prólogo, compilación, entrevistas y traducciones de
Ana von Rebeur

Aquí he compilado las opiniones personales de novelistas, poetas, dramaturgos y creadores de todas las culturas y tiempos. La literatura tiene el enorme poder de trascender y transformar. Los escritores nos revelan con precisión entomológica las características personales y universales de la experiencia humana. Ellos sacuden la sensibilidad, atraviesan barreras emocionales, descubren posibilidades futuras. A través de ellos confrontamos nuestras sombras y nos llenamos de inspiración para sacar lo mejor de nosotros mismos. Se trate de ficción o de plasmar la realidad, ellos siempre alimentan el alma humana. Por eso creo que este es el más completo manual de autoayuda que escriñi en mi vida . Los sabios de todos los tiempos nos indican aqui como vivir.
¿Qué motiva a estos creadores a que nos iluminen el camino?
Escribir no es fácil y siempre es riesgoso, y muchas veces implica desnudar el alma visceralmente.Pero al escritor no le importa, y persevera en esta solidaria tarea de darnos consuelo a través de sus textos.
Este material que aquí exhibo por primera vez reúne más de veinte años de investigación y búsqueda en textos, cartas, conferencias, biografías y entrevistas hasta obtener la respuesta de medio millar de escritores de diferentes países y de distintos períodos de la historia. Y conste que lo hice muchos años antes de la llegada a nuestra manos de la Intrenet , ese medio fabuloso de investigación universal, que nos hace sentir a quienes vivimos sin ella como el eslabón perdido entre el chimpancé y el homo sapiens , en lo que a investigación se refiere.
¿Por qué elegí investigar este tema? Porque me pareció muy curioso que al revelar por qué escriben, todos los escritores no sólo dan su opinión sobre la escritura, sino sobre temas muchos más profundos que su oficio: los temores, la muerte, el coraje y el sentido profundo de la existencia humana. Escribir es un acto de mostrarse desde las entrañas y hablar de la escritura es compartir lo más intimo de cada escritor con lo más intimo de cada lector.
Sus confesiones son una extraordinaria ayuda ante el desaliento, al demostrar que creadores gigantes sufrieron bloqueos, dudas, la indiferencia de sus editores y el desasosiego de no saber cómo seguir adelante con su propósito, ni sabre si algñun dñía sus escritoresserñían publicados.. Así todo, no se rindieron. Siguieron intentándolo, porque porque crear es una manera de vivir.
Sus testimonios son un manual de auxilio para aquellos que han perdido el rumbo , para creadores bloqueados, una fuente de consuelo cuando la inspiración declina, y una guía espiritual ante el desaliento, porque crear es un acto de fe y de perseverancia.
Conrad, Rilke, Kafka, Flaubert, Borges, Simenon, Woolf, Duras, Pessoa, Onetti, Faulkner, García Márquez, Nabokov, Rulfo, Highsmith, Proust, Bioy, Bernhard, Monterroso, Carver y muchos otros nombres célebres nos explican por qué dedicaron sus vidas a esta dulce condena ( de acuerdo a Onetti) , a esta diversión desesperada (según Juan Filloy), a esta maldita condena ( según Julio Cortázar), a esta maldición que salva ( según Clarice Lispector).
Antes de que vayamos a las opiniones de los creadores, hay un prólogo donde podrás leer una breve historia de la narrativa, explicaré lo que la literatura tiene de orgánico , plantearé la polémica entre literatura comercial o literatura “seria” y daré nociones para facilitar incentivos a la lectura, y por ende , a la escritura. Porque para ser escritor, la primera condicionn es leer tanto como para que nos desborden palabras que hay que volcar otra vez en papel, o acabar asfixiado con las ideas gestadas por la lectura. O por lo menos, algunos escritores así lo sienten al acto de escribir.
Las opiniones de los mayores creadores respecto a la escritura han sido para mi el mayor manual de autoayudaante tiempos de crisis que jamás pude encontrar. Son gente sabia que han tenido momentos complicados, y han salido de ellos para trascender en la cultura, a través de esta acto solidario y generoso que es escribir lo mejor que uno pueda , que creo que resume como ninguna otra actividad cuánto bien hace dar (porque escribir es dar) y cómo se despeja la mente cuando uno pone lo que piensa en estos extraños signos negros, como hormigas en el papel, que son los morfemas unidos, cadenas de letras enhebradas: las palabras .

¿Por qué se escribe?

En 1919, André Breton, Philippe Soupault y Louis Aragon- directores de la revista Littérature - solían reunirse en “Le Petit Grillon”, un café en los alrededores de la Ópera de París, para conversar, beber , ecribir y planear el próximo número de la revista .
Desde una mesa vecina un parroquiano, noche tras noche, los observaba insistentemente. Cansados de ser objeto de esa vigilancia, le preguntaron: “¿Por qué nos mira así?” Y el hombre les respondió: “Es que me gustaría saber por qué escriben ustedes”. Breton y sus dos camaradas se miraron unos a otros, intrigados: “En verdad...¿Por qué escribimos?”
Sin querer responder ellos mismos, se les ocurrió plantear esa misma pregunta en la edición de octubre de 1919 de su revista .
Recibieron 65 respuestas de escritores franceses famosos de la época. Ninguno respondía lo mismo. Knut Hamsun escribió: “Escribo para acortar el tiempo». Paul Valéry respondió : “Lo hago por debilidad”. Max Jacob dijo “ Escribo para escribir mejor” .La encuesta no pretendía ser algo demasiado serio, y muchos escritores respondieron a tal efecto. Pero cada frase de esa encuesta fue reproducida en infinidad de diarios de todo el mundo.
Las razones de por qué se escribe son tan profundas y misteriosas como los motivos para emprender cualquier acto creador. Pero son quizás más inquietantes ante este la tarea complicada, solitaria y poco reconocida de escribir. ¿Por qué se escribe? No se gana dinero, como haciendo cine o televisión, no se gana reconocimiento como lo haría un médico, no es algo divertido y social como ser director de orquesta o chef de cocina, ni útil como ser dentista o albañil. Hasta es antipático tener que encerrarse en un cuarto diciendo: “No me interrumpan que tengo que escribir”.
Con un libro publicado tampoco es probable que aumente el reconocimiento, sino la envidia de los pares.
Por eso hay que preguntar por qué se escribe.
Porque no se entiende por qué se escribe.
Roland Barthes reconoce que “Escribir es el duro trabajo del exilio: precisa correcciones incesantes y tiene necesidad de horarios demesurados para obtener un ínfimo rendimiento”(“El grado cero de la escritura”). Y cita : “Proust se pregunta :¿ Viviré el tiempo suficiente para escribir lo que quiero? Sí, si sacrifico mi vida mundana para escribir”.
Se comprende que uno quiera sacrificar la vida para asistir a los humildes, para descubrir un tesoro, o para encontrar la vacuna contra el sida. Pero...¿sacrificar la vida para escribir? ¿ Qué buscan los escritores con esta incomprensible obsesión?.
Cada página de este libro busca descubrir por qué se escribe, siempre de manera imprescindible, compulsiva y urgente.

El placer de dar placer


Escribir no es una tarea como cualquier otra.
En primer lugar, requiere un compromiso absoluto en cuerpo y alma. Hay que enhebrar palabras con precisión y delicadeza de joyero o cirujano, sin que sobre ni falte ninguna pieza, aplicando a la vez la técnica bruta de un leñador, talando sin pena todo lo que sobre, por más trabajo que haya costado armarlo.Hay que pensar de manera tridimensional para lograr una estructura arquitectónica, simétrica y equilibrada, lo que se logra con la frialdad y prolijidad de un ingeniero.
Un escritor debe seducir furtivamente al lector para que quiera quedarse leyendo en lugar de hacer otra cosa.Para esto debe intrigarlo, prometerle sorpresas, debe mostrarle un espejo en el que lea un destino paralelo. Debe adularlo, mostrarle cuán inteligente es, debe hacerle bromas, conquistarlo. Pero a la vez , tiene que morderle las pantorrillas para no dejarlo ir, incitándolo a seguir leyendo e impidiéndole a toda costa que haga lo más fácil: encender el televisor. “Al lector hay que agarrarlo de un cachetazo, sentarlo ahí y contarle la historia le guste o no le guste.”, dice Guillermo Saccomano.
Los escritores viven obsesionados. “La cuestión no es yo en tanto escritor, sino más bien el escritor en tanto yo”, dice Peter Handke.Se obsesionan por encontrar el tono, la palabra justa, el final, la credibilidad de los personajes. La simetría de cada capítulo debe alcanzar la paradoja de que el escrito sea sólido como el cemento y ligero como una pluma, redondo como toda buena historia circular , con ejes de apariencia meandrosa pero certeros como flecha , que es lo que arma la estructura del texto.
“El narrador va a escribir”, dice Barthes, “y ese futuro lo mantiene en un orden de la existencia, no de la palabra. Está encadenado a una psicología, no a una técnica”
Para escribir bien se precisa aislamiento absoluto, noches sin dormir, ideas que no pueden compartirse. Y lo peor es que hay que tratar de buscar las palabras para expresar lo que en verdad no puede decirse. Y tampoco deben decirlo, sino que deben sugerirlo, porque la literatura trata más de lo no dicho que de lo dicho. Escribir se trata de descubrir lo oculto, el revés de la trama caótica de la vida.
Los escritores viven en el desasosiego de saber que tienen una capacidad frágil y preciosa, que puede perderse de un día para el otro si no la ejercitan de buena manera. Tampoco saben si van por el camino correcto, y si este impulso de tratar de servir de antena al inconsciente colectivo tendrá un resultado interesante y no tedioso.
Todos ellos pasan años llenando páginas que muchas veces acaban en la basura. Tomás Eloy Martínez tiene varias versiones completas previas de cada una de sus novelas, “inéditas por malas, habían nacido muertas” . Augusto Roa Bastos mantuvo tres obras sin publicar y arrojó otras dos al fuego, hoja por hoja,“porque a pesar de haber trabajado en ellas durante unos cinco años, eran obras que nacieron fallida.” Gabriel García Márquez confiesa: “Es increíble, pero siempre termino haciendo alrededor de diez versiones diferentes del mismo libro. Una barbaridad”. Ovidio decia "Escribí mucho , pero lo que pensé que estaba defectuoso lo lancé a las llamas , para que ellas lo revisen." Plinio afirmaba en sus Epístolas “El excesivo pulir debilita una obra en vez de perfeccionarla"(“Nimia cura deterit magis quam emendat")
En el mundo de los escritores veremos que hay grandes coincidencias y enormes disensos. En este libro se percibe quiénes de ellos podrían ser grandes amigos y quiénes estarían discutiendo a los cinco minutos de verse las caras. Pero todos ellos insisten en esa búsqueda imperiosa del libro bien logrado. Se les va la vida en eso, porque sólo entienden el mundo si lo escriben.
Un escritor sabe que si logra expresarse bien, logrará que el lector se sienta reconfortado al ver que alguien describió una realidad tantas veces inasible. Dedica su vida a salvarse a sí mismo salvando a otro- el lector desconocido- que disfruta al ver la volatilidad de los pensamientos tan bien anclada a través de ese invento mágico con el que contamos desde hace sólo 5200 años, que es la escritura.
Así visto, pareciera que el escritor realiza una labor solidaria, desinteresadamente humanitaria. Sin embargo, dado que la escritura trasciende el tiempo y el espacio, y dado que quien la realiza se sumerge en un mundo propio con regla propias y tiempos propios, la verdad es que el escritor, hace esto para su propio sosiego y placer. O por el placer de dar placer.
“Ella ( Virginia Woolf) es una mujer afortunada,” dice una actriz en el film “Las Horas”- “¿No ves la suerte que tiene? Tiene dos vidas : la que vive y la de la novela que está escribiendo”.Se escribe para vivir más intensamente la vida .
Ya se sabe que no importa tanto qué se cuente sino cómo se lo cuente. Un libro sin mucho tema puede leerse porque es esencialmente ameno. Pero el escritor tiene, afortunadamente, otra opción, que es la de conseguir y conservar a sus lectores prometiéndoles que algo va a pasar y manteniendo su promesa. Así comienzan el Qujote y La Ilíada . A nadie le interesaría conocer la vida en un monasterio medieval ( “ El nombre de la rosa” , de Humberto Eco) ni la historia de un príncipe de Dinamarca ( “ Hamlet” . de Shakespeare) si el autor no le diera una fuerte expectativa de que algo va a suceder, de que va a mantener y desarrollar el interés de los hechos. Los mejores libros del mundo nos enseñan cosas de manera entretenida.
El ser humano es una especie obsesionada con saber más. Lo que no sabe, lo inventa. Pero, además, es tan perezoso que prefiere ahorrarse este trabajo y que sea otro el que inventa una explicación que complete el confuso cuadro de la realidad. Llegará hasta el final de un libro que les prometa sorpresa y descubrimiento.
“El escritor puede estar seguro de que sus lectores estarán con él mientras que lo que el escriba parezca moverse hacia una conclusión. Mantener un sentido de movimiento, de progreso, es la esencia del arte de escribir.” ("The craft of writing", Prentice -Hall Inc, N.J.) Además, el final debe ser brillante:”La literatura es el fósforo que brilla más en el momento en que intenta morir”, dijo Barthes.
Mantener un sentido de progreso para llegar a un final brillante es un esfuerzo titánico para el escritor más avezado. ¿Por qué inisiten en intentarlo sin tener garantías de lograra la celebridad a través de estos esfuerzos?
“El Arte es generosidad” dice Brenda Ueeland. “Es compartir nuestra obra con los demás, pero no para satisfacer nuestro ego, sino por el placer de que otras personas lo disfruten. La escritura falla cuando no hay generosidad ni intercambio vivo con el lector.”
Rodrigo Fresán suscribe a esto: ”Contar los libros bien , contarlos rápido, contar la esencia de las pasiones quizás sea una de las formas más exquisitas de la piedad”
Los escritores son gente generosa.
También lo son los editores. En 1947, Marguerite Duras entrevistó en1957 para la revista France Observateur a un director literario francés anónimo que afirmaba que lamentablemente sólo se publica un libro cada cien.
Duras le preguntó :

“-¿Cual es el punto en común a toda literatura, buena o mala, el único?
- Escribir es una necesidad feroz, trágica, en los escritores y más, con frecuencia, en los malos que en los buenos. Es un empeño que exige a veces un esfuerzo moral extraordinario. El autor, para realizar su novela, se alimenta no sólo de su ocio, sino de su oficio. Está siempre solo, sobre todo en provincias donde se escribe para salir de la asfixia. Inútil decir que e rechazo es siempre algo horrible, a veces trágico. Rechazar un manuscrito sobretodo un primer manuscrito, es rechazar un hombre entero, recusarlo
- ¿El milagro de un uno por ciento?
- Sí, a veces se lo reconoce inmediatamente, a veces hay que esperar varias páginas, pero es raro.
- ¿Cómo los reconoce usted?
- Por la impresión súbita de tocar una tela distinta .Entonces se experimenta una alegría intensa y temblorosa. No imagina usted lo que puede ser eso. Se avanza en la lectura del manuscrito temblando por temor a verlo decaer, y a romperse de pronto. Cuando se llega al final, se experimenta un orgullo, sí, un orgullo estúpido a decir verdad, porque es el azar el que le ha hecho a uno descubrir ese libro y no a otro. Finalmente, se anuncia a todo el mundo.” ( Marguerite Duras « Outside » Plaza & Janés Mayo, 1993)

También los editores se alegran al ver que otro ha logrado lo que se espera de la literatura: que nos haga vibrar de emoción.

Un oficio riesgoso


Sentarse a escribir siempre es riesgoso. Las palabras son traicioneras, y representan solo un canal único de comunicación. Es como si uno estuviera grabando un concierto de una orquesta sinfónica con un micrófono sólo para un segundo violín. Nuestra mente funciona con múltiples canales.Los pensamientos no son lineales. Uno puede estar hablando con alguien- creyendo que comunica lo que piensa- y no se comunica para nada, porque al mismo tiempo está pensando en lo que hará luego, en que la silla es incómoda, en que mientras habla los demás se comen todo el salame y el queso , y en qué cara de nada tiene el otro al escucharnos, y en lo que el de al lado está fumando demasiado, pero mejor callarlo, y en que mejor no decir lo que verdaderamente pensamos de aquella anécdota que estamos contando, porque van a pensar y entonces para qué la cuenta .
Cuando uno escribe tiene que elegir una sola línea limpia de pensamiento- un solo violín , un triángulo, una flauta-, despojada del resto de la orquesta. Un pensamiento solo, lineal, pelado de otras connotaciones, no es exactamente lo que sucede en la cabeza de nadie mientras se comunica. Por eso, para sentarse a escribir, lo primero que hay que hacer es decidir qué vamos a recortar de todo lo que realmente pensamos.Y al fingir en la escritura que el nuestro es un pensamiento lineal, despojado de segundos y terceros pensamientos, estamos ocultando mucho, estamos mintiendo y estamos estafando al lector, haciéndole creer que somos tan unidimensionales como el papel donde escribimos.
Por esto, en el momento de la escritura, el escritor se juega entero. Porque tiene que hablar en negro sobre blanco., No se damiten grises, peros, ni “depende”, ni “ podría ser”. Se escribe de manera tajante, filosa.
Al hacer el recorte de su pensamiento que impone la escritura, esl escritor está mostrando una sola faceta de sus multifacetado pensamiento. ¿Está mostrando la más apropiada? ¿Se comprenderá lo que quiere expresar? ¿ Y si se malinterpreta? ¿ Y si se presta a otra lectura?
Para sobrevivir, cualquier escritor debe trabajar de otra cosa. Y la mayoría de los que escribimos trabajamos como periodistas, que es recortar la realidad. Y nos jugamos el pellejo con cada recorte. A veces hasta hacemos collages de resultado extraño.
Cuando uno hace crónicas, siempre falta o sobra algo que puede no coincidir con la apreciación de los hechos que tiene otro. Cuando hace entrevistas, es probable que acabe enojando al entrevistado, por aquello de no permitir que la verdad arruine un buen párrafo. Toda entrevista es mentirosa, porque hay que hablar maravillas de alguien que tal vez no lo merezca. Pero si contamos la cruda verdad del reportaje, el editor nos dirá “ ¿ Y por qué habría de publicar una entrevista donde decís que el entrevistado es medio tonto y muy soberbio?”. Entonces, en periodismo casi siempre se miente, se exagera, se disfraza u oculta. En especial porque queremos que entrevistados e informantes nos sigan abriendo las puertas y no teman a nuestro poder de difamación. Pero además, es nuestro deber hacer sentir al lector que valió la pena que se haya tomado el esfuerzo de habernos leído. Para eso , el lector debe sentir que lo que leyó es trascendente. Aún no existe el periodismo tan sincero que pueda decir “ No viaje a las Bahamas: son aburridisimas y le mostramos por qué ". Pero esto se conjuga con que la labor del periodista es ser creíble, y decir todo de la manera más cercana a la verdad. Y así nos vemos, en la peligrosa e inestable cuerda floja de tratar de ser fieles a la realidad de los hechos y de las palabras que nos dijo el entrevistado, tratando de ocultar lo torpe o mezquino, tratando de hacer foco en lo valioso y nuevo, tratando de enriquecer la versión original, siempre con el pánico a cuestas de cometer un error, hablar de más, inferir algo impropio. Todos llevamos a cuestas el bochorno de un subtítulo irónico que ofendió a alguno – “ No, no es nada personal …es que la nota tenía que tener algún gancho o no la leía nadie” - , un tentador off the record “ que te juro que lo puso mi editor, yo jamás lo hubiera puesto” o una cita del pasado, en la que el entrevistado ya no se reconoce: “ pero te juro que lo dijiste vos en el año ´98...¡ busco la fuente y te lo muestro!” .
Si uno escribe ensayo, está la obsesión por chequear mil veces si el dato es correcto. Y si se encuentra con diez versiones distintas del mismo asunto, elije la más plausible, cierra los ojos, contiene la respiración y la plasma en letra escrita, irreversible, imperdonable, la frase que teme que un día sea refutada por un experto y reste credibilidad a las otras 245 páginas.
Si escribe una carta, nunca sabe si resulta demasiado temprana, o muy tardía, o muy ansiosa, o demasiado entusiasta, o muy cortante, o muy sensiblera.
Si escribe ficción está el tema de que la primera persona es más contundente pero demasiado soberbia, la segunda es original, pero demasiado íntima, la tercera permite abrir el juego, pero es demasiado fría. Y el tema del bendito tono, que si es sensible es reblandecido y si es más duro, es seco.
Escribir siempre significa tomar partido por un aspecto mínimo de la múltiple realidad, que puede no ser lo que elijamos mañana o pasado mañana. Pero lo escrito, escrito está: es indeleble.
Para colmo, estamos poniendo pensamoçientos muy privados, obscenamente íntimos, ante la vista de cientos de perfectos desconocidos, en un acto de strip tease mental rayano en un exhibicionismo perverso. ¿Poner los pensamientos en papel? Es perverso y bochornoso. ¿Qué sabe uno si mañana pensará igual, o combiará totalmente de opinión? Escribir es como autoentrevistarse. Y acá no se trata de venderle gato por liebre al editor, sino de mentirse a uno mismo. Escribir siempre es desnudar el alama en la tapa de Playboy . Eso sí, con una producción ciudad y con buena luz. Lo que no quita que al ver nuestro libro impreso nos de vergüenza abrirlo: uno no es solamente aquello que está escrito pero el lector cree que eso es uno.
Y uno acaba , rendido, diciendo “bueno, hay mucho de autobiográfico, aunque no todo” , o - aún más rendido- “ yo soy Madame Bovary”
Al escribir, nos estamos jugando el todo por el todo, la vida entera a cara o cruz, una moneda que nunca cae de canto, una ruleta rusa con el cargador lleno de balas.

- Como dijo usted en su obra ….
- Perdón , ¿ Yo dije eso?

Sí , lo dijo.
Escribir es un acto riesgoso. Es andar por el filo de la navaja cortándose los pies a cada paso. Y aguantarse lo que venga de quien no comprendió, o comprendió demasiado. Escribir es convertirse en esclavo de la propia escritura. Y no alcanza una vida para desdecirse.
Lo bueno es que si encontramos la palabra justa, tampoco alcanza una vida para borrarla.

¿ Es obligatorio escribir una novela?

El escritor británico William Boyd afirmó en una nota de “La Nación” de 2004 , que son muchos más los escritores que prefieren escribir cuentos a novelas. En primer lugar, porque el cuento es un ejercicio de corto aliento, que permite contar muchas cosas de muchos modos distintos en un lapso relativamente breve. El cuento es la lectura ideal para quienes no tienen mucho tiempo para leer en plena la cultura del zapping y es la manera inicial de aventurarse a la escritura para los alumnos de talleres literarios.
Sin embargo, lamentablemente, hoy en día el cuento no está de moda.
Tuvo su auge en el siglo XIX, en el que muchos escritores se dedicaron casi exclusivamente al cuento, por razones estrictamente comerciales: las revistas publicaban muchos cuentos y los pagaban bien. Como resultado de esa demanda, florecieron Horacio Quiroga, Anton Chejov, Jorge Luis Borges, Katherine Mansfield, V. S. Pritchett, Frank O’Connor, Nathaniel Hawthorne, Herman Melville y Edgar Allan Poe: Los tres últimos costearon sus carreras de novelistas, menos lucrativas, escribiendo cuentos. “En los años 50, hasta John Updike calculaba que podía mantener a su esposa y sus pequeños hijos con sólo vender a New Yorker cinco o seis cuentos por año”, narra Boyd. Revistas femeninas como Cosmopolitan de Estados Unidos y las argentinas Claudia y Vosotras cerraban sus ediciones con deliciosos cuentos, una idea hoy impensable, dado que las páginas se llenan con publicidades y notas que responden al efímero concepto de “actualidad”.
En el 1900, quien se dedicaba al cuento tenía muchas más posibilidades de ser publicado y entrar al mundo de la literatura que quien no lo hiciera. Esa demanda duró un corto siglo. Ahora nadie quiere cuentos.
Algunos editores sugieren que sólo publicarían cuentos de alguien que haya recibido múltiples premios literarios. Que es lo mismo que prometer “te contrato cuando te ganes la lotería”.
Según William Boyd, no se publican cuentos en Estados Unidos ni en Europa. Para confirmar esto, me comuniqué recientemente con agencias literarias españolas que me respondieron en coro “en España no se publican libros de cuentos”.

-¿Y qué es lo que publicarían?
-Novelas. Cuando tengas una lista, la leeremos gustosos- , me respondieron.

¿Por qué novelas sí y cuentos no?
Lo consulté con un lector de novelas, que me dijo “Supongo que es por impaciencia de parte de los lectores. En el mundo actual, todos tenemos cosas cortas para leer relacionadas con el trabajo. Aunque parezca paradójico, no tenemos paciencia pasar de un clima a otro, saltando de un cuento a otro cuento. Bastantes saltos tiene uno con los que nos impone la vida cotidiana. Yo quiero algo extenso que me sumerja en un clima distinto por algunos días, donde refugiarme de la vorágine cotidiana. Me gusta saber que vuelvo al libro como a un reposo, un mundo privado. Tomo a la novela como unas pequeñas vacaciones en un territorio amigable, donde me puedo relajar”.


El cuento escrito es una forma literaria moderna, que tuvo su auge recién en el siglo 19. En siglos anteriores, todo el proceso de impresión y encuadernado hacia que la demanda fuera de novelas largas, que duraran lo más posible. Pensemos en las obras de Shakespear y Cervantes. Era como “ya que veamos a hacer un libro, que su lectura dure lo más posible “.
¿Entonces por qué el cuento tuvo su auge en el siglo 19? Coincidiendo con la revolución industrial, el gusto por el cuento pudo haber tenido que ver con el estilo de vida y las relaciones laborales en el último siglo. En el siglo pasado, uno entraba a trabajar en una empresa, durante años veía a los mismos compañeros de trabajo y podía estar casi seguro de que estaría allí hasta su jubilación. No era raro que todos quisieran leer cuentos para poner variedad en la rutina.
Hoy en día, la flexibilización laboral y la rotación entre empresas hace que nadie aguante mucho en ningún trabajo. Los colegas cambian, el trabajo es precario, nada permanece. Se busca a la novela como a un amigo fiel.
Pero muchos escritores siguen escribiendo con más ahínco cuentos que novelas.
Cortázar contaba que sus cuentos eran muchos más compulsivos y viscerales que sus novelas: “Yo descubro la historia mientras la estoy escribiendo Es como recorrer toda una serie de pulsaciones internas. A veces me resulta embarazoso firmar mis cuentos. Las novelas no, porque en las novelas trabajo mucho, hay en ellas toda una arquitectura. Pero con los cuentos es como si me lo dictara algo dentro de mí, pero no soy yo el responsable. Pero como parece que aún así son míos, tengo que aceptarlos.”(“Confesiones de Escritores”, El Ateneo, 1996)
El Premio Nobel indio- británico Sir V.S. Naipaul – autor de relatos de viajes autobiográficos- dijo que la novela es un estilo perimido, y que sólo la no ficción puede atrapar las profundas complejidades del mundo actual. “Si uno se pasa la vida escribiendo ficción, acaba falsificando el material. La ficción te fuerza a dramatizar el material de algún modo, y la no ficción la da a uno la oportunidad de explorar el mundo, el otro mundo, el mundo que uno no conoce completamente ''. ¿Pero por qué entonces escribió su novela ''Half a Life'' ? “ La hice en 2001 por obligación, para complacer a mi editor. Y mi novela de 2004 ''Magic Seeds'' será la última, porque la hice por compromiso comercial.”
Por otra parte, en una visión opuesta a la Naipaul, el Premio Nobel turco Orhan Pamuk reveló un secreto muy respetable por común a muchos escritores “confieso que todas mis novelas son tomadas de la realidad y todas mis crónicas autobiográficas son ficción” .
Se trate de ficción o no ficción, ¿es menester tener que escribir una novela para poder ser publicado?
Fernando Iwasaki es un escritor peruano radicado en Sevilla que en el sitio web www.letralia.com, comenta que, aunque para entrar a la literatura es obligación redactar una novela, “puedes negarte a hacerlo. Pero tienes que escribirla si quieres vivir de los alrededores de la literatura. No digo de la literatura misma, sino de las charlas, de los artículos de periódico”.



Roland Barthes (1915-1980), era acosado por sus admiradores, que le pedían que escribiera una novela. Barthes les respondía- según Pedro B. Rey, en “La Nación “del 16/ 6 / 2005 – “que a veces le venían ganas de escribir una novela, pero que dos escollos infranqueables le impedían el salto de la crítica a la ficción. Por un lado, su fuerte inclinación por lo fragmentario, opuesto al continuo de la novela; por el otro, su absoluta incapacidad para inventar nombres propios.” Barthes no leía novelas: leía las biografías de los escritores. Coincidiendo con Naipaul, veía en la vida misma material más rico que en cualquier ficción. En “La preparación de la novela”, Barthes evita escribir la esperada novela que jamás escribió analizando todos los recursos literarios a los que han acudido los grandes novelistas para dedicarse solamente a escribir: desde alegrarse de sufrir tuberculosis (como Kafka), o hacerse fama de excéntrico viviendo de noche y durmiendo de día (como Proust). Por eso de hacer cualquier cosa con tal de tener tiempo para escribir, Barthes habla de la escritura como un “autosecuestro”. También menciona que todo escritor debe pasar por tres pruebas para hacer una novela: elegir un tema, tener la paciencia de desarrollarlo, y soportar la soledad auto impuesta necesaria para escribir. Además apunta que una escritura debe ser legible y simple, debe ser deseable y debe tener una filiación ("aceptar la aristocracia de la literatura"). Y esa filiación, hoy en día, no parece conseguirse de otro modo que no sea escribiendo la mentada novela.
El Premio Planeta 2003 Guillermo Martínez confiesa que con “Crímenes imperceptibles" elaboró una novela que se leyera como un cuento “porque quise que en el texto esté lo que tiene que estar y nada más. Según creo, esa obsesión proviene de mi iniciación como cuentista.”
Hay escritores que sólo escriben novelas. Pero hay otros, tan hábiles como para acabar publicando cuentos con el sistema de convertir sus cuentos en novelas.
El Premio Casa de las Américas Rafael Pinedo dice que, estando en Cuba para recibir el premio por su novela ganadora “Plop”, un periodista cubano le preguntó “ ¿Por qué escribe novelas?” , a lo que él respondió “Lamento decepcionarlo, yo no escribo novelas, escribí esta...” Y confiesa que, como no sabía cómo hacerla, la logró con una serie de cuentos enganchados, con lo cual resultó “una estructura "fragmentaria" que luego fue ponderada y hubo sesudas críticas acerca de lo funcional que es a una sociedad desintegrada.” Y añade: “Pero que es mucho más trabajo escribir un buen cuento que escribir una novela.”
En la revista online “Cambio”, Gabriel García Márquez relata que luego del trabajo de largo aliento que fue Cien Años de Soledad, su siguiente novela El Otoño del Patriarca fue resuelta “a través de una serie de apuntes e ideas de cuentos aplazados, que sometí sin el menor pudor a toda clase de arbitrariedades formales hasta encontrar la que buscaba para el nuevo libro. Son cuentos experimentales que trabajé más de un año y se publicaron después con vida propia en el libro de La Cándida Eréndira. Así encontré el embrión de El Otoño del Patriarca, que es una ensalada rusa de experimentos copiados de otros escritores malos o buenos del siglo pasado. Frases que habrían exigido decenas de páginas están resueltas en dos o tres para decir lo mismo, saltando matones, mediante la violación consciente de los códigos parsimoniosos y la gramática dictatorial de las academias. El libro, de salida, fue un desastre comercial. Hoy es mi libro más escudriñado en universidades de diversos países.”
Así, los cuentos que las editoriales se resisten a publicar, acaban disfrazados de novela , hilvanados como perlas barruecas entre dos tapas de cartoné brillante.
Y así sortean obstáculos, cosechan premios y llegan a las manos de los lectores en la forma de la tan requerida de la novela, en la que los astutos escritores no hacen más que mejorar al género de ficción, dándole a editor y lector- felizmente - , liebre por gato.

La soledad imprescindible


Para escribir es preciso defender a muerte la propia soledad .
Sólo se puede escribir desde el aislamiento y con la certeza de que uno no será interrumpido . Lo peor de todo es que, para hacerlo bien, un escritor debe autocondenarse al exilio de la vida real para sumergirse en un mundo propio. Esta soledad autoimpuesta ayuda a tomar distancia de las cosas para verlas en perspectiva. “Escribir es trabajo solitario, no se puede concebir el trabajo colectivo en la literatura” dice Juan Rulfo-“Esa soledad lo lleva a uno a convertirse en una especie de médium de cosas que uno mismo desconoce, pero sin saber que solamente el inconsciente o la intuición lo llevan a uno a crear y seguir creando“
Un escritor llega a absurdos como desear volver de un viaje para poder escribirlo, querer que acabe un momento feliz para poder plasmarlo en papel , concebir la vida solo luego de escrita. Cuando le preguntaron a Saúl Bellow cómo se sentía después de ganar el Premio Nobel, respondió: "No lo sé. Aún no escribí sobre eso."
Escribir no es tanto contar lo que nos pasa individualmente, sino lo que nos pasa en tanto hombres y mujeres.El escritor convierte lo singular en colectivo, a sabiendas de que por extraña que sea su historia, nunca será completamente ajena a la naturaleza humana, y que seguramente hará vibrar alguna fibra de otro que entenderá el relato. Entonces, desde la monotonía y uniformidad de la reclusión autoimpuesta, el escritor pega un salto hasta la sensibilidad de muchos otros.
“Escribir es el oficio más solitario del mundo, porque nadie puede ayudarle a uno a escribir lo que está escribiendo” , dice García Marquez. Es un trabajo duro y mal remunerado.Tal vez porque escribir es un pago en sí mismo.
Cuando uno escribe, se aísla del mundo. Nos exaspera que la realidad sea tanto más banal y chata que nuestra imaginación. Y de a poco uno se las va ingeniando para que todo en su vida se vaya anulando , terminando, suspendiendo...salvo la escritura.
Un escritor no encuentra tiempo para salir, para hacer deportes, para dormir, para conversar con amigos, para ir al cine o hacer compras. La escritura es lo primero.
Pero de alguna manera el escritor solitario logra burlar así su soledad, porque se está comunicando. Lo paradójico del caso es que escribimos para todos aquellos que estarían más dispuestos a leernos que a escucharnos.
Se escribe para pensar con el teclado, para encontrar un ámbito propio fuera de la crueldad y hostilidad de la vida real, para no volverse loco. El fin último de la escritura es el autodescubrimiento. Al descubrirse, el autor se crea a si mismo, se reinventa, desata facetas ocultas de sí mismo, crece en el proceso, y entra en una especie de diálogo con un lector imaginario que está esperando realizar exactamente el mismo proceso que él, pero al revés . A través de la lectura uno puede entrar en diálogo con escritores con posibilidades de comunicación mucho mayores que ninguna de las personas que él conoce personalmente.
Pero escribir no es un acto privado.“La cultura siempre se nos ha impuesto como un asunto intelectual, y el acto de leer se nos impuso como un acto solitario”, dice Arnold Weinstein.”La verdad es diferente: la literatura y el arte son caminos del sentimiento, nuestro encuentro con ellas es social y nos inscribe en una comunidad mayor, compuesta por nuestros seres amados y la comunidad de escritores de todos los tiempos. A través del arte descubrimos que no estamos solos.”
En palabras de Modesto Mussorsgy, escribir no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a la humanidad. Y así vencer la soledad autoimpuesta.


Creadores insaciables

Escribir es buscar tesoros que no se sabe si existen. Stephen King lo comparar al trabajo del paleontólogo que busca fósiles de dinosaurios en el desierto. Una vez que los encontramos...¿quién es tan fuerte como para guardar el secreto? La alegría de recibir el secreto y comunicarlo, finalmente no es más que la alegría de ser humano, sentir la maravilla, y de no estar solo para celebrarlo. Y es bueno saber que no se está solo en el dolor, la incertidumbre o el miedo. "Lo que se publica es para algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido”- dice la filósofa española María Zambrano- “Para librar a alguien de la cárcel de la mentira, o de las nieblas del tedio, que es la mentira vital".
Flaubert dice que un libro es una manera especial de vivir. Y esa manera especial afecta por lo menos a dos vidas: la del escritor y la del lector.
Por otra parte uno escribe su libro( su mundo propio) y pasa todo el proceso de escritura ansiando que una editorial lo acepte, que lo edite, lo publique y para verlo por fin en la calle, en las librerías, en las manos de los lectores. Pero lo interesante no es vrelo publicado, sino la desazón permanente de escribirlo. Por eso tantos autores hablan de la depresión posterior a la publicación, tan parecida a la depresión posparto.Cualquier persona en sus cabales diría “Si esto es publicar un libro, yo no escribo más·” Pero los escritores vuelven a la carga y lo intentan una vez más. “Somos todos putas del lenguaje”- dice Luisa Valenzuela-“ trabajamos para él, le damos de comer, nos humillamos por su culpa y nos vanagloriamos de él, y después de todo, ¿ qué? .Nos pide más. Siempre nos va a pedir más y más hondo , más adentro de esa profundidad insondable desde donde cada vez nos cuesta más salir a flote y volver a sumergirnos”
Cuando uno empieza a escribir, dice “ El día que publique un libro,estaré satisfecho y seré feliz” .Pero no se conforma nunca, porque sabe que el próximo será mejor. Y aunque logre hacer el libro que soñaba, no abandona la lucha. Al contrario: si lo logró una vez ...¿ por qué no intentarlo nuevamente?
Poseídos por el ansia de atrapar lo étereo, lo invisible, lo secreto y contarlo bellamente, los escritores siguen en la búsqueda de pintar la realidad desde su punto de vista único.
Se escribe sin garantías.“Escribir —afirma Alonso de Santos— es entrar en el bosque desconocido en que todos los mapas son falsos”. Goethe decía que escribir es la "expresión de lo infinito dentro de lo finito”.
Escribir siempre significó trabajo arduo. Pero un trabajo salvador. “El hombre, para ser libre debe inventarse un tipo de trabajo, por el cual incluso debe dejarse subyugar como por un tirano. Pero la tiranía de la creación es salvadora , concurre a dar un sentido a su existencia y a su experiencia” dice Riccardo Campa en “La escritura y la etimología del mundo” ( Sudamericana, 1989)
La buena escritura miente bien. O demora la verdad, porque tampoco es la verdad. O cuenta cosas tan bien contadas , que parecen más reales que la vida misma. “La habilidad de mentir se convierte casi en un precepto fundamental en el que se presta perfeccionarse en el arte de la escritura “ dice Campa-“ Escribir es, en términos camusianso – una tentativa de revuelta,. Un modo aparentemente indoloro de afirmar la propia visión individual del mundo.”
Escribir es intentar reconstruir, desde el fondo, un mundo que se desvanece, buscándole el sentido. Rosa Montero dice que es como atrapar una mariposa y pegarla con alfileres a una madera, para retenerla. Se escribe para organizar un mundo con comienzos, mitades y finales claros, un alivio ante el caótico sentido de la cotidiana realidad. Se escribe por miedo o dolor, para encontrar la punta del ovillo de cosas demasiado complicadas o delicadas como la muerte o el amor. Se escribe para sacarle fuerzas a nuestras penas enfrentándolas cara a cara . Se escribe para no perder los recuerdos y para encerrarlos entre dos tapas. Se escribe para no tener que esperar nada del mundo externo, porque lo que precisamos lo llevamos dentro. Se escribe para evadir la insatisfacción permamente y la infelicidad neurótica de que no llega lo que esperamos, porque nos colma la escritura. Se escribe por rebeldía, porque estamos hechos de palabras atrapadas en los significados que ellas nos prestan; queremos amasarlas, canjearlas, moldearlas y darles otro significado que el que nos querían imponer. Se escribe para construir un mundo nuevo, para poner en claro lo que no está claro, para hacer la vida más atractiva gracias a esta pasión.
Los escritores son gente ambiciosa: eligen serlo porque no se conformarían con menos.Tienen un discurso permanente en la cabeza que a veces sólo se calla cuando lo bajan a papel, allí donde el ruido puede convertirse en música.

Publicar es lo de menos

Escribir es buscar tesoros que no se sabe si existen. Stephen King lo comparar al trabajo del paleontólogo que busca fósiles de dinosaurios en el desierto. Una vez que los encontramos...¿quién es tan fuerte como para guardar el secreto? La alegría de recibir el secreto y comunicarlo, finalmente no es más que la alegría de ser humano, sentir la maravilla, y quere compartirla. Y es bueno saber que no se está solo en el dolor, la incertidumbre o el miedo. "Lo que se publica es para algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido”- dice la filósofa española María Zambrano- “Para librar a alguien de la cárcel de la mentira, o de las nieblas del tedio, que es la mentira vital".
Flaubert dice que un libro es una manera especial de vivir. Y esa manera especial afecta por lo menos a dos vidas: la del escritor y la del lector.
Por otra parte , lo escribe su libro( su mundo propio) y pasa todo el proceso de escritura ansiando que una editorial lo acepte, que lo edite, lo publique y para verlo por fin en la calle, en las librerías, en las manos de los lectores. Pero lo más interesante no es llegar a la meta de verlo publicado, sino la desazón permanente que siente uno al escribirlo. Porque sabe que tiene entre sus manos una arcilla que puede convertirse en cualquier cosa: un monstruo, un Golem , un angel …Es sentirse un poco Dios .
Por eso tantos autores hablan de la depresión posterior a la publicación, tan parecida a la depresión posparto. Algunos escritores mienten diciendo “lo terminé, me siento liviano” . Falso : se sienten vacíos. Sólo tendiendo muy cerca, muy firme , el germen de otra obra, se puede tolerar el desarraigo de abandonar un libro acabado. Porque Borges decía que los libros no se acaban: se abandonan . Si por uno fuera, los seguiría corrigiendo. Son pocos los autores que sienten “ por fin lo terminé, me tenía harta”. La mayoría sente que entregó algo que podía estar mejor.
Cualquier persona en sus cabales diría “Si esto es publicar un libro, yo no escribo más·” Pero los escritores vuelven a la carga y lo intentan una vez más. “Somos todos putas del lenguaje”- dice Luisa Valenzuela-“ trabajamos para él, le damos de comer, nos humillamos por su culpa y nos vanagloriamos de él, y después de todo, ¿ qué? .Nos pide más. Siempre nos va a pedir más y más hondo, más adentro de esa profundidad insondable desde donde cada vez nos cuesta más salir a flote y volver a sumergirnos”
Cuando uno empieza a escribir, dice “ El día que publique un libro,estaré satisfecho y seré feliz” .Pero no se conforma nunca, porque sabe que el próximo será mejor. Y aunque logre hacer el libro que soñaba, no abandona la lucha. Al contrario: si lo logró una vez ...¿ por qué no intentarlo nuevamente?
Poseídos por el ansia de atrapar lo étereo, lo invisible, lo secreto y contarlo bellamente, los escritores siguen en la búsqueda de pintar la realidad desde su punto de vista único.
Se escribe sin garantías.“Escribir —afirma Alonso de Santos— es entrar en el bosque desconocido en que todos los mapas son falsos”. Goethe decía que escribir es la "expresión de lo infinito dentro de lo finito”.
Escribir siempre significó trabajo arduo. Pero un trabajo salvador. “El hombre, para ser libre debe inventarse un tipo de trabajo, por el cual incluso debe dejarse subyugar como por un tirano. Pero la tiranía de la creación es salvadora , concurre a dar un sentido a su existencia y a su experiencia” dice Riccardo Campa en “La escritura y la etimología del mundo” ( Sudamericana, 1989)
La buena escritura miente bien. O demora la verdad, porque tampoco es la verdad. O cuenta cosas tan bien contadas , que parecen más reales que la vida misma. “La habilidad de mentir se convierte casi en un precepto fundamental en el que se presta perfeccionarse en el arte de la escritura “ dice Campa-“ Escribir es , en términos camusianos – una tentativa de revuelta,. Un modo aparentemente indoloro de afirmar la propia visión individual del mundo.”
Escribir es intentar reconstruir, desde el fondo, un mundo que se desvanece, buscándole el sentido. Rosa Montero dice que es como atrapar una mariposa y pegarla con alfileres, para retenerla.
¿ Por qué tomarse tanto trabajo, cuando el escritor siente que un libro publoicado es casi un libro mueryo, sin posisbilidades de crecimiento, entre dos tapas que son como del ataúd?
Porque escribir nos organiza un mundo con comienzos, mitades y finales claros, distinto al caos de la cotidiana realidad. Se escribe por miedo o dolor, para entender la muerte o el amor. Se escribe para sacarle fuerzas a nuestras penas enfrentándolas cara a cara. Se escribe por estar desbordando sentimientos, como catarsis . O por estar vacios, para ponernos algo adentro. Se escribe para guardar los recuerdos entre dos cubiertas. O para compartirlos . Se escribe para no tener que esperar nada de la vida y del mundo externo, porque todo sale de uno. O para lanzar una botella al mar, a ver si alguien ahí afuera entiende el mensaje. Se escribe para evadir la insatisfacción permamente y la infelicidad neurótica de que no llega lo que esperamos, pero al menso poodemos decirlo. Se escribe para retorcer las palabras, maniatarlas, hacerlas nuestras y que nos sirvan para lo que queremos
Los escritores son gente ambiciosa: eligen serlo porque no se conformarían con menos.Tienen un discurso permanente en la cabeza que a veces sólo se calla cuando lo bajan a papel, allí donde ese ruido y furia contado por un loco, que no significa nada, puede convertirse en música.
Una vez que ya escribimos, publicarlo o no, es un detalle menor.

Música para los ojos

Las palabras hipnotizan.
Eso es lo que descubrió la investigadora Christine Kenneally luego de años de estudio de la evolución del lenguaje y su relación con la música. En “Del grito al soneto” ( Viking, New York, 2004), cuenta lo que descubrió decodificando 100.000 sonidos de todos los diomas del mundo. Llegó a la conclusión de que los humanos amamos los sonidos que nos resultan familiares , específicamente los sonidos que nos recuerdan a nosotros mismos.
Las madres de cualquier idioma modulan sus palabras hacia sus bebés en una mezcla entre canto y habla, que regula los estados emocionales de los niños. Gracias a una sabiduría instintiva, según la manera en que una madre le habla a su hijo puede ponerlo en trance, hacerlo dormir o hacerlo jugar, sólo a través de esa música oral.
Ya adultos, seguimos necesitando música para definir estados emocionales, para que nos induzcan a dormir, a apasionarnos, a conmovernos. Podemos hipnotizarnos con al candencia de las palabras.
Dependemos de su música . Es por esto que amamos a algunos escritores: preferimos aquellos que nos hablan con la música que más familiar nos resulta.
Muchos escritores explican que los cuentos narrados en su infancia influyeron en su decisión de imprimir una música semejante en sus propios escritos. Sabiendo esto, Cortázar grababa su propia voz leyendo sus cuentos, y no lograba la versión final definitiva hasta que no sentía que la música de sus textos estaba lograda.
No son pocos los escritores que intentan ritmos musicales con sus textos, que emulan una pieza musical, con estribillos y grandes coros finales. “ Uno improvisa como un músico cuando escribe” – dice el novelista Robert Stone- “y uno se queda con lo que suena bien ,. Del mismo modo que lo gace un músico, detectando la estructira interna de lo que está ejecutando . De la misma manera se compone una novela. Uno detecta el ritmo”.Truman Capote decía que “ el mayor placer de la escritura no es el tema , sino la música interna que logran las palabras”. También el novelista noruego Knut Hamsun decía en 1888 que el lenguaje debe resonar con la mismas armonías que la música: “ El escritor debe encontrar la palabra trémula que captura la cosa , que puede dibujar un sollozo desde mi alma con la mayor corrección“
Un buen texto debe tener la métrica y cadencia de la buena música, de los buenos discursos, de los cuentos de la abuela o del arrullo de una madre. EdgarAllan Poe insistía en la necesidad de poseer un reconocimiento de la unidad de estructura indispensable para la percepción artística. El hablaba de un grado de estremecimiento que ha de permitir que un poema merezca el nombre de tal , y la necesidad de frenar el poema antes de que flaquee, decaiga y genere una sensación de repulsa.Un narrador “ escoge premeditadamente la elaboración de cierto efecto unitario” ,y expone los sucesos “ en aquel tono que mejor convengan para así hallar ese efecto preconcebido”,que es “un diseño establecido de antemano”.
Este efecto unitario que busca Poe no es ni más ni menor que el mentado “tono” buscado por infinidad de escritores antes de sentarse a escribir, sumado al cuidado del tiempo de duración del escrito. Idéntica intención tiene cualquier músico antes de sentarse a componer . ¿Hará una balada , un vals o un chamamé? ¿ Un cuento, una novela o una diatriba? Ni la balada ni el cuento tienen que durar más que lo estrictamente necesario: ni un minuto ni una palabra antes ni después de la perfección. Estamos atrapados por una métrica interna que se concatena a los ritmos del corazón: setenta golpes por minuto. Menos golpes, significa la muerte por inacción. Más golpes, el insoportable agotamiento, la muerte por infarto. Cientos de escritores hacen analogías musicales entre el escribir y el escuchar.
Muchos confiesan escribir “al dictado” , escribiendo la musica que sienten dentro. Theodor W. Adorno encuentra que "algunos acordes de Beethoven suenan lo mismo que la frase de Las afinidades electivas de Goethe : "La esperanza, como una estrella , nos ha bajado desde el cielo "; por ejemplo, en el tiempo lento de la Sonata en re menor , op.13,2.” Y añade “ cuanto esta obra tiene de inconmensurable, se lo debe a la estructura.”. El argentino Rodrigo Fresán reveló “ Bob Dylan , sus frases largas y serpenteantes me hicieron sentir “esto es lo que yo quiero ser a la hora de contar “, la idea del ritmo . Al escribir tengo una actitud más de estudio de grabación que de escritorio. Pienso “Acá pongo las cuerdas , más allá los vientos, acá efectos de sonido “Mis cuentos son muy sónicos . En “La velocidad de las cosas” hubo una influencia clarísima de la canción de los Beatles “A day in the life” , porque sigue la estructura de ese sonido final de orquesta apocalíptica, findelmundista.”
El español Juan José Millás también descubre la relación entre texto y música: “A mí una de las experiencias que más me maravillan es que, cuando escribo un artículo no sé cómo va a acabar.Pero sé que si escucho bien, lo cerraré bien; y si no escucho bien, pues no.El efecto se produce y el lector siente la más plena satisfacción. En esta definición se condensa toda la poética de Poe respecto al cuento. Es la definición, si te fijas, de un orgasmo; y le viene muy bien al cuento, porque un cuento tiene el tamaño de un orgasmo. Un orgasmo del tamaño de una novela sería insoportable.”

"Había una vez..."


Esta comparación de un buen final con un orgasmo prueba que escribir es un acto mucho más biológico y visceral que intelectual. El ADN de los cromosomas que están dentro de los núcleos de cada una de nuestras células está entrelazado con el mismo rigor lógico que las palabras de un texto . Encadenar elementos fijos e individuales para producir un efecto dado es algo que está inserto en nuestro cuerpo. Aunque no escribamos, somos portadores de la mecánica de la escritura. Entonces cabe preguntarse: ¿ el ser humano escribe porque tienen una mano ágil para los movimientos finos, como pensaba Aristóteles ( “La mano nos dio la inteligencia”), o nuestra mano se tornó ágil porque necesitaba realizar movimientos finos para escribir? Llevó siglos de evolución lograr que , hace unos 40.000 años atrás, los hombres trazaran signos en la piedra . En la raíz de toda escritura se encuentra la pintura, el arte, tratar de expresar por signos lo hablado .
Roland Barthes dice que la escritura, históricamente, es una actividad continuamente contradictoria, articulada sobre una postulación doble: por una parte es un objeto mercantil, un instrumento de poder y de discriminación, una expresión de las más cruda realidad social, y por la otra un medio de goce, ligado a las pulsiones más profundas del cuerpo y a las manifestaciones más sutiles y afortunadas del arte. (“ Variaciones sobre la escritura”) Más aún:
“Escribimos para recordar , pero aun más para informar Le escritura implica tres indeterminaciones semánticas principales : 1)un gesto manual en vez de uno vocal, que es el acto de “inscripción”; 2) es un registro legal de improntas indelebles, destinadas a superar el tiempo, el olvido, el error, la mentira; 3) es una práctica infinita en la cual está comprometido todo el sujeto y que es más que la simple transcripción de los mensajes.” De alguna manera, este orden se corresponde con el de las historia de la literatura.
Los primeros pictogramas representaban acciones, objetos, paisajes. Con los siglos, los pictogramas empezaron a ser símbolos. En los más antiguos jeroglíficos egipcios, una mano derecha abierta era un pedido, una mano izquierda cerrada era posesión, un halcón era velocidad. Con la llegada de la letra, el hombre tuvo que usar símbolos abstractos sin significado propio a menos que se enlacen entre sí. Los primeros escritos sumerios hablaban de leyes, certificados de posesión y valores de intercambio comercial. En el Museo de las Civilizaciones Anatólicas de Ankara conserva declaraciones de divorcio de cinco mil años hechas en tabletas de arcilla. Luego la escritura pasó a registrar los sucesos importantes : guerras, visitas oficiales, regalos recibidos, gestas que no debían ser olvidadas. A medida que los medios de escritura se simplificaban se escribieron teorías épicas o sagradas sobre el origen humano ( el Popol Vuh de los mayas, la Biblia, el Corán, el Talmud ) o sobre aventuras de héroes locales.
Los primeros libros eran objetos valiosísimos. La primera edición de La Eneida costaba en Roma 24 denarios, cantidad suficiente para alimentar a un hombre durante cuatro meses. La letra manuscrita más veloz era la árabe, pero costaba tanto enseñarla que pocos podían escribirla.
Luego se incorporó el saber folklórico a la literatura, fijando por escrito narraciones orales de cuentos que , curiosamente, se repiten en distintas culturas con mínimos cambios . Ejemplo de esto son los cuentos sufis, los cuentos indios del Pantchatantra del siglo VI D.C., los cuentos griegos de Esopo y Herodoto, los otonamos de Nasreddin Hoca, los cuentos de China, los de Ovidio, leyendas folklóricas Las Mil y Una Noches desde India y Persia a Arabia, los cuentos de Perrault. La mayoría de ellos culmina con moralejas ejemplares, aprendizaje de vida.
En el Medioevo empezaron a circular las vidas de santos y escritos religiosos, junto a leyendas germánicas e historias de hadas, genios y hechiceros provenientes de Oriente que cobraron difusión enmarcadas dentro de hilos argumentales que servían de pretexto para agruparlas. Asi nacieron el Decameron, El Conde Lucanor, los Cuentos de Canterbury y los Cuentos de la Madre Oca. Esta estrategia de incorporar textos breves dentro de un relato de largo aliento fue imitada por cantidades de autores europeos.
Eventos históricos como la reunificación de Alemania hicieron que los escritores buscaran las raices de las tradición germana en leyendas tradicionales. El más famoso recopilador fue Ernst Theoedor Amadeus Hoffman ( 1766-1822), un eje,mplo del Romanticismo que influyó tanto en la música como en los grandes creadores de Europa y Estados Unidos, para transformarse en relatos costumbristas en Latinoamérica y Rusia.
En el siglo XVIII nació el cuento moderno, gracias a la originalidad en que Edgar Allan Poe narró los hechos en primera persona, como figura central de lo acaecido o como espectador atribulado. Maupassant y Chejov empezaron a usar esas voces subjetivas, ya no aplicadas a relatos fantásticos sino a observaciones cotidianas.
La narración moderna sacrificó la literalidad por la lateralidad, dejó de explicar sucesos, y dejó de lado la historia en sí para hacer foco en el punto de vista psicológico del narrador o la creación de atmósferas sugestivas, personales. La ficción moderna pone más énfasis en el estilo, y el resultado se juzga más por el regusto que le queda al lector al final del relato. Paralelamente, abundan los libros de información , como los ensayos, la novela histórica , los testimonios, las entrevistas, las investigaciones periodísticas y el libro de autoayuda que intentan hacer una crónica de nuestro tiempo de cambios vertiginosos, o para aferrarse con nostalgia a tiempos con más certezas.
Hilando a las frases como cadenas de cromosomas, escribimos para entender, para sentir más intensamente. Escribir parece ser una actividad-espejo del núcleo de nuestra estructura biológica. Sabiendo que hay palabras que buscan un efecto deseado, queremos que lo ensayen en nosotros mismos.
Por eso nadie se puede resistir al influjo hechicero de las tres palabras mágicas : “Había una vez...” o “ Quiero contarte algo”....

Bibliofobia

Los escritores deben sortear otro peligro para ejercer su oficio. Y es que tienen un oficio muy temido Lo primero que se destruye en tiempos de guierra son los libros del enemigo.
En 1562, un fraile franciscano que acompañó a Hernán Cortés en su viaje de conquista a México, mandó quemar todos los códices mayas para acelerar la evangelización cristiana. En una sola tarde, todos los registros culturales de una civilización entera quedaron en cenizas. Lo que se sabemos de los mayas se obtuvo de los cuatro únicos códices que quedaron intactos.
En 1914, el ejército alemán entró a la biblioteca gótica de la ciudad belga de Louvain para quemar 300.000 volúmenes, la mayoría manuscritos medievales.Lo que no quedó escrito del medioevo, lo tuvimos que inventar.
En los años ´70, el régimen del sangriento Pol Pot incineró todos los manuscritos de la antigua cultura camboyana. El Khmer Rouge llegó al extremo de ejecutar a las personas que poseyeran libros o que ostentaran marcas rojas en la nariz, signo indudable de que usaban lentes…para leer.
Los talibanes eliminaron la cultura afgana no fundamentalista, los romanos arrasaron con los libros de Cartago, los normados prohibieron el idioma sajón, los serbios quemaron los libros bosnios y la Santa Inquisición incineró toda la literatura infiel, la mora y la aborigen sudamericana.
Durante la dictaduras militares latinoamericanas de los ´70, mucha gente no esperó ser ejecutada por portación de libro : ellos mismos los quemaron con dolor, para deshacerse de las evidencias…de que eran seres pensantes .
A través de la historia se repite que cada ejército conquistador lo primero que hace es quemar bibliotecas, sabiendo que son la expresión pura de la identidad de cada civilización.
El temor al paganismo, al erotismo, al placer, a lo diferente, acabó con bibliotecas enteras en la hoguera . Los bibliófobos saben desde hace siglos lo que George Orwell escribió en 1984 “Quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado”.
Si la novela “Farenheit 451” de Ray Bradbury nos estremeció tanto a todos los que amamos los libros fue porque en nuestra memoria atávica tenemos grabado el miedo a que nuestra cultura desaparezca consumida por las llamas del invasor. Estremece saber que ya nadie puede traducir lo poco que ha quedado de la escritura de la Isla de Pascua, la del valle del rio Indo, la lineal “A” cretense, ni el idioma etrusco. Pero todos hablamos inglés, que es el idioma de los que ganaron las últimas batallas. A sabiendas de que esta situación se repite en la historia una y otra vez , el gobierno de Noruega tomó sus recaudos: tiene una biblioteca escondida en un sitio secreto en el Ártico. Lo bien que hacen.
Escribir nunca es inocente. Siempre requiere un punto de vista, un compromiso, una ideología. Al escribir (novelas conmovedoras, propaganda para vencer, ensayos esclarecedores, mentiras para dominar) siempre se trata de manipular la mente del lector, de llevarlo por las narices adonde queremos, de meterlo en emociones y pensamientos exclusivamente nuestros, hasta – con suerte- acabar doblegando su opinión , para que piensen como nosotros.
Los creadores del exitoso ciberjuego Counter Strike idearon a principios de 2004 un juego llamado “Kill the authors” (“Mate a los autores”), en el que se invita a los jugadores a asesinar los figuras literarias más prominentes del mundo del videojuego. Se los puede ametrallar, sorprender por detrás y cortarles la garganta, cazarlos a la distancia con rifles de alta precisión o partirles el cráneo con un garrote. Usted elige. Los autores no están solos: tiene un ejercito de lunáticos dispuestos a mantenerlos vivos a cualquier costo.
Los escritores y sus seguidores siempre fueron temidos.
No es para menos. Ellos saben cómo cambiar la manera de pensar de los demás.
Pero los bibliófobos también cuentan con un perpetuo ejército enemigo: investigadores, estudiosos, historiadores, novelistas , siguen empeñados en rastrear el pasado de la emoción y la sinrazón humana, una y otra vez lo plasman en tinta sobre papel , una y otra vez rescatan los documentos de las cenizas. Y – para desesperación de los quemadores de libros- lo que no saben , lo inventan, en ocasiones de manera tan feliz que, sin saberlo, rescatan el pasado tal cual fue , como si nunca, jamás, ningún libro hubiera sido quemado. Ejemplo de esto es la experiencia que tuvo Alberto Laiseca al escribir La Hija de Kheops, donde medio en broma “inventó” que los egipcios tomaban cantidad de cerveza mientras construían las pirámides, para luego descubrir que, en efecto, recientemente se supo que eran grandes productores de cerveza.
La historia les da a los bibliófobos una lección que no quieren aprender: “Muchachos, no se molesten en gastar querosén. Las ideas no se matan.”

Textos viajeros

Los escritores escriben sabiendo que un buen texto llega lejos.
Cuando le preguntaron al escritor chileno José Donoso por quçe escribe , respondió : “Hace años visité esa ciudad increíble que es Marrakesh , única por su luz y por su colorido . En la plaza había un grupo de hombres andrajosos, que se habían puesto a contar cuentos. Los rodeaba una multitud boquiabierta que a menudo se reía o emocionaba según el tenor de los relatos. Yo intuía que esas historias eran conocidas por todos , así que resolví quedarme a escucharlos, para descubrir cuál era el secreto de su magia . Entonces sentí que la clave estaba en pertenecer a una raza, una genealogía, a un mundo formado por gente que cuenta cuentos y que experimenta el placer de contarlos . Y decidí que los que yo quería era ser contador de cuentos . Quiero ser un genuino depositario de la memoria tribal , y transmitir historias del mismo modo que lo hacían estos marroquíes “
En una entrevista que le hicieron en Marrakesh a María Kodama, esposa de Jorge Luis Borges, ella contó : “Con Borges nos enamoramos de Marrakesh, ya vinimos varias veces. Cuando vinimos por primera vez, Borges quiso ir enseguida a la plaza Djemma El Fnaa para poder escuchar lo que él decía que debió ser el nacimiento de Las Mil y Una Noches . Aquellos contadores de cuentos que están en las plazas y van contando esas historias que se hilvanan a lo largo de los siglos. Lo curioso es que al tiempo Juan Goytisolo, que vive aquí en la Medina , me envió un recorte de un diario que decía que en la plaza Djemma El Fnaa están relatando uno de los cuentos de Borges “ El acercamiento de Almostasim. Eso nos conmovió muchísimo.”
Donoso había viajado de Chile hasta Marruecos para escuchar , sin saberlo, cuentos de Borges contados en árabe, que afirmaron su voación.
La buena literatura no tienen fronteras, y ese es otro motivo para escribir. Un buen libro hará que su autor esté presentes en sitios que sus pies jamás pisarán.
“Paulus estuvo aquí”es una frase grabada toscamente , en latín, en las paredes de las Catacumbas de San Sebastiano, en la antigua Via Appia de Roma. Esa frase labrada hace veinte siglos con enorme esfuerzo sobre la roca blanca de las colinas romanas está escrita entre otros cientos de graffitis de los primeros años de la era cristiana.
Los graffittis subren los muros de todos los lugares más célebres del mundo. Los graffittis corroyeron las pirámides de Egipto con más empeño que el mismo paso del tiempo y que los saqueos romanos.
Lord Byron grabó su nombre en la piedra del templo de Poseidón de Cabo Sounion, Grecia. La catedral góticas de Estrasburgo tienen graffittis fechados en años como 1751, 1605, 1579, aún perfectamente legibles, tapando irrespetuosamente graffittis doscientos años más viejos.
Imaginemos a ese joven Paulus recién llegado a las catacumbas cristianas polvoriento y con los pies llagados, luego de una peregrinación hasta la capital del Imperio, queriendo encontrarse con los cristianos que resistían construyendo obcecadamente iglesias cristianas sobre los antiguos Mitreos paganos.
¿Qué nos quiso decir Paulus con su graffitti?
Lo mismo que siente uno al leerlo: “Estoy feliz de haber llegado aquí. Lo logré, como lo lograste tú, lector” .
El mensaje de Paulus atravesó dos milenios y llegó a destino.
Al leerlo, todos sentimos la misma pequeña victoria que sintió Paulus, de haber vivido algo importante y poder narrarlo. Quien lo lee siente lo mismo que sintió él cuando estuvo rasqueteando el mármol con esfuerzo, trazando lineas que fueran legibles, en el mejor lugar que encontró: a la altura de los ojos del caminante.
Paulus escribió su graffiti como todas las celebridades literarias escribieron sus obras: con el gozo de contar lo que vivimos, y tratando de hacer sentir al lector lo mismo que sentimos nosotros, burlándonos del tiempo y las distancias.
Al fin y al cabo, todos estamos escribiendo “Yo estuve aquí”.

La más incomprendida de las artes


De todas las expresiones artísticas, la literatura es la más exigida.
En ninguna parte del mundo es fácil para un escritor lograr un sitio de respeto en la comunidad literaria.Existe un acendrado prejuicio en torno a qué es literatura y qué no, qué libro es valioso y cuál no.
Se tiende a despreciar el 90% de los libros publicados, y estos se separan en “literatura” y el resto: libros de autoayuda, de humor, de cocina , biografías oportunistas, textos legales, escolares, de medicina...Hace poco lei a un escritor que antes se lamentaba diciendo que en otros tiempos se separaba lo que era folletín de la literatura, y que ahora se mezcla todo.
La verdad es que el lector de raza lee toda palabra escrita que pasa por sus manos : volantes publicitarios, folletos de propaganda, avisos necrológicos, carteles en la calle...En todo encuentra sorpresas, destellos, sonrisas . Donde no encuentra iluminación , encuentra gracia. Los libros malos son muy útiles para que los buenos se luzcan más aún. Un libro malo enseña más a escribir que uno bueno, porque uno se indigna tanto con lo mal hecho, que siente unas tremendas ganas de corregir tanto error. Pero las vacas sagradas de la literatura no lo ven así. Todo escritor célebre confiesa en entrevista haberse inciado en la literatura a través de historietas , luego cuentos de ciencia ficción , para pasar a abrevar en historias de terror, Lovecraft, Tolkien, Poe ....y ahí ya está leyendo literatura “seria”. Juan Gelman y Ricardo Piglia se iniciaron en la literatura leyendo las “ediciones imposibles de Tor, que eran muy baratas pero tenían un número de páginas determinado, y si la novela duraba más, peor para la novela...¡eran versiones interrumpidas!”( Juan Gelman)
Ni los artistas plásticos ni los cineastas son tan despectivos con sus pares como lo son los escritores. Alabar a Jackie Collins en Estados Unidos es tan vergonzante como destacar las virtudes de José Narsoky en la Argentina ( alguien que vendió más libros que José Luis Borges). Si un cineasta le comenta a otro que vio “ Godzilla” , ambos se quedarán encantados comentando lo que se divirtieron con cada error del film en el que el monstruo llega a Nueva York desde el túnel del subterraneo en el cual, dada su envergadura, jamás pudo haber entrado. Los amantes del cine pueden reconocer sin tapujos que un corto de bajo presupuesto o una de Woody Allen los divirtió más que una de Bergman. Pero los amantes de la literatura no admiten que Corín Tellado o Bill Cosby les divierta más que Proust o Stendhal.
Tal vez esto se deba a que, como leer un libro implica mayor tiempo y compromiso intelectual que mirar un film durante una hora, se le exige más al libro que al film .Pero si así fuera, los libros de humor gráfico serían best sellers absolutos. Sin embargo, nunca reciben críticas literarias y son ignorados por los organismos culturales de casi todos los países ( menos España, Francia e Italia).
A la literatura se le niega su función de ofrecer relax, placer y disfrute del que gozan las artes plásticas, el cine y el teatro. Es como si - de entre todas las artes-, la literatura sufriera un estigma puritano y evangelizador que obligara a todo libro a ser -antes que nada- serio, riguroso, ejemplificador, testimonial, complejo , “ literario”. Y que lo que está escrito para dar placer o divertir, vale menos que lo que está para emocionar o enseñar. Se da por entendido que tragedia vale más que comedia.
Los mismos críticos de artes plásticas , teatro y cine son siempre más condescendientes y benévolos que los críticos literarios. Al menos, si tienen que hablar mal de una obra, se dedican a vituperar lo que consideren un mal film. Los críticos de libros ni siquiera se molestan en hacer eso : simplemente, ignoran lo que no consideran literatura valiosa. Muy pocos criticos se entregan a los libros con el corazón ligero, como quien sube a una montaña rusa a ver cuánto se marea .
Leer tiene que ser una fiesta. Quienes valoran la literatura por el trabajo que da ingresar a ella están haciendoles creer a los lectores que leer es una empresa torturante. Según Manlio Sgalambro, “leer para formarse es un detestable uso del libro. Leer es un modo de existir” . (“Del pensare breve”, citado por Fernando Savater en su “Diccionario Filosófico”)

¿ Quien quiere ser un best seller?


El escritor ingles Edmund Waller fue tan famoso en 1645 que su colección de poesía fue reeditada cuatro veces y vendió 20.000 copias de sus escritos políticos en un solo día. Mientras el editor se llenaba de dinero gracias a Waller, en el mismo año se arriesgó a publicar la poesía de un poeta desconocido. La editorial siempre lamentó haberlo hecho: le llevó 30 años liquidar la primer edición de ese ignoto libro de poemas. Ese poeta era John Milton . Pero hoy en día, nadie sabe quién es ese famoso Waller.
De abril a agosto de 1954 el mexicano Juan Rulfo escribió de un tirón “como si alguien me lo dictara” trescientas hojas de una novela que, durante muchos años, “había ido tomando forma en mi cabeza”. En marzo de 1955 apareció en una edición de dos mil ejemplares del Fondo de Cultura Económica. El editor del Fondo escribió una reseña feroz contra el libro por él publicado. Cuando Rulfo le pidió explicaciones por tan espantosa crítica, su editor y crítico le dijo : 'No te preocupes, de todos modos no se venderá': “Y así fue: unos mil ejemplares tardaron en venderse cuatro años. El resto se agotó regalándolos a quienes me los pedían..Treinta años después, el producto de mis obsesiones sería leído incluso en turco, en griego, en chino y en ucraniano.” Y agrega: “El mérito no es mío. Cuando escribí “Pedro Páramo” sólo pensé en salir de una gran ansiedad. Porque para escribir se sufre en serio.” Ejemplos como este abundan en la historia literaria. Algunos lo explican diciendo que Milton o Rulfo no escribían para su época ni para el pueblo, sino para unos pocos que pudieran entenderlo...en el futuro. “A los “grandes” escritores sólo se los ve con la lente de los siglos”, afirma Walter Benjamin. En los años 1700 , Jonathan Swift se consolaba diciendo: "Cuando u verdadero genio aparezca en el mundo, lo sabrán porque todos los tontos se complotarán contra él”. Lo cierto es que hoy en día un escritor no es ignorado por ser bueno o por ser malo, sino porque es escritor. Porque demasiada gente escribe sin que se le preste mucha atención.
Nadie es feliz en el mundo literario: los escritores premiados quieren ser best sellers. Los autores de best sellers quieren ganar premios. Los verdaderos escritores son los que prefieren contar palabras antes que contar dinero. Pero si el dinero viene por añadidura, bienvenido sea. Mientras tanto, los autores más exitosos de nuestra época viven justificándose penosamente en cada una de sus entrevistas, a sabiendas de que en el mundo literario, primero no sos nadie, y después te odian.
El exitoso Jorge Bucay se preocupó hasta el 2006 en explicar que él no es un escritor, sino un terapeuta que escribe. Y a partir de este año deberá explicar cómo , entonces, ganó 360.000 euros en el segundo mayor premio de España. Paulo Coelho se muestra como humilde consecuencia del azar, y es un benefactor de los habitantes de las favelas cariocas mientras vive en la campiña francesa. Federico Andahazi confiesa que no le importa sentirse rechazado por sus colegas; J. K. Rowlings se presenta como la pobre madre soltera escribiendo a Harry Potter en un bar de Edimburgo; Isabel Allende habla en sus novelas del Chile del pasado, sabiendo que en el Chile del presente no la quieren demasiado. Y afirma: “Me siento muy solita, no pertenezco a ningún club, a ninguna de esas complejas relaciones que los escritores establecen y en las que unos se apoyan en los otros, se inflan los unos a los otros. Eso se nota mucho en Chile, donde las páginas de literatura del diario El Mercurio están manejadas por cuatro o cinco escritores que siempre están echándose flores los unos a los otros. Los que no pertenecen a esa pequeña mafia no forman parte de ese movimiento literario“.
Algunos autores de éxito toman su suerte con ironía, como Robert Benchley cuando dijo “me llevó quince años darme cuenta de que no tenía talento para escribir, pero no pude abandonar el oficio porque para ese entonces ya era demasiado famoso.”Otros, ácidos como Mickey Spillane explican el tema diciendo que los grandes escritores comerciales “simulan ignorar que los maníes salados se consumen más que el caviar“. El escritor chileno Roberto Bolaño dividió a los colegas en escribidores y escritores. “Una escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora es Marcela Serrano. Años luz median entre una y otra.” Para muchos, es intolerable pensar que la literatura comercial venda tan bien. Don Marquis dijo al respecto: “Si quieres hacerte rico escribiendo, escribe para la gente que mueve los labios cuando lee en silencio”.
¿Qué significa ser un best seller? ¿Significa vender literatura chatarra para los cultores de la incultura, o tener una antena agudamente sintonizada con lo que la sociedad actual quiere leer?
Goethe decía con mucha modestia:"Si hubiera sabido la cantidad de grandes libros que había en el mundo no me habría ocupado de escribir , habría hecho otra cosa." Menos mal que nadie sabe que cantidad de grandes libros hay en el mundo. Que ningún escritor lo sepa, así nadie deja de escribir, ni lo profundo, ni lo comercial, ni lo banal, ni lo lleno de estilo. Toda literatura es precisa, aunque sea para llenar la mesa de saldos a la que tiene acceso la mayoría de lectores de ansias gordas y bolsillos flacos.

Narrativa seria vs Literatura comercial


Pese a las críticas, los autores comerciales se llevan – por las buenas o por las malas- la atención de los medios. Harold Bloom, célebre crítico literario de Los Angeles Times dijo que el premio del National Book Award 2003 al best seller Stephen King era “otro golpe bajo en el shockeante proceso de idiotizar nuestra vida cultural”. King no se quedó atrás, en su discurso en la entrega del premio replicó:“Este premio no soluciona el complicado asunto de la literatura popular. Dentro de 20 o 30 años más , quizás , le den este premio a otro escritor que venda lo suficiente para estar en las listas de bestesellers. Pero no necesito servir de botón de muestra de los que se enorgullecen diciendo que nunca leerían nada de John Grisham, Tom Clancy, Mary Higgins Clark o de cualquier otro escritor popular. ¿Qué piensan ustedes? ¿Que se ganarán puntos sociales o académicos por estar deliberadamente fuera de contacto con nuestra cultura?"
Una sola escritora intelectual presente en la ceremonia protestó vagamente, hasta que recibió una llamada de su editor que la mandó callar y disculparse. Lo hizo diciendo “En verdad yo misma leí un libro del señor King, y me pareció muy bueno”.
¿Existe un complot para que la buena literatura permanezca ignorada, mientras la que los intelectuales consideran mediocre venda millones de ejemplares? El novelista ruso Alexander Solzhenitsyn cree que los grandes libros siempre se ignoran:“Un gran escritor es, por así decirlo, como un segundo gobierno en un país. Y por ese motivo ningún régimen aprecia a los grandes escritores,sino solamente a los mediocres” . Salman Rushdie coincide con que escritores y políticos son rivales naturales: “Ambos tratan de hacer al mundo a su propia imagen. Pelean por el mismo territorio”.
Esta dificultad de triunfar con un libro “no masivo” plantea un desafío extra para todo escritor. James Baldwin afirmó que gracias a la temible indiferencia con la que el mundo mira a los creadores talentosos,“el artista se siente obligado a hacer importante a su talento”
Truman Capote se preguntaba por qué con "A sangre fría" no le daban el National Book Award ni el Pulitzer. “ Injusticia, desde luego; se le consideraba a Capote "comercial" y a Norman Mailer – ganador con un libro mediocre- se lo consideraba "serio"- narra Rosa Montero en “ La loca de la casa” – “Uno de los jurados del National, Saul Dealoff, de Newsweek, convenció a los demás que el galardón debía ir a un libro menos "comercial" que "A sangre fría". Tras esto, Capote dijo: "Cuando vi que no me daban aquellos premios, me dije: voy a escribir un libro que os va a dejar a todos avergonzados de vosotros mismos. Vais a ver lo que un escritor verdadero, verdaderamente dotado puede hacer si se lo propone".
Si los premios están hechos para que los derrotados se indignen tanto que escriban más y mejor, ganamos todos.
Todo libro es valioso, y a nadie se puede criticar que lea lo que lea. Más vale un mal libro que ningún libro. Un mal libro puede llevarnos a buscar otro mejor, con el espíritu de “aún no di con el libro que me guste”. Un libro no es malo mientras apasione y no aburra.
En su ensayo “La cuestión palpitante”, la española Emilia Pardo Bazán cuenta que “si la inmortalidad de cada autor se midiese por la cantidad de libros que escribió y vendió Alejandro Dumas, padre, sería el primer escritor de nuestra época.” Está demostrado que Dumas fue un fabricante e novelas co escribientes a sueldo, dada la imposibilidad física de que hubiese escrito él mismo cuanto publicaba mientras viajaba, hacía vida social, frecuentaba teatros, redacciones de prensa, se metía en política y tenía una intena vida amorosa. Aclara la autora que , sin desmerecer su poderosa imaginación para inventar historias, “literariamente, Dumas es mediocre. De ahí proviene su éxito y popularidad. Dumas subió a la altura exacta de la mayor parte de las inteligencias. Si su forma fuese más selecta y elegante, o su personalidad más caracterizada, o sus ideas más originales, ya no estaría al alcance de todo el mundo” m que él solo escribia para quien “se aburre y no sabe cómo matar el tiempo; la novela que se presta como un paraguas; la novela que un taller entero de modistas lee por turno; y la novela, en suma, más antiliteraria en el fondo, donde el arte importa un bledo y lo que interesa es únicamente saber en qué parará y cómo se las compondrá el autor para salvar a tal personaje o matar a cuál otro.” Sólo el tiempo decanta lo bueno. En nuestra época estamos plagados de Dumas que venden como pan caliente. Tenemos que darles las gracias. Un editor me dijo hace poco “ gracias a los libros de autoayuda y astrología, puedo darme el lujo de publicar ficción “ Como dice la catalana Nuria Amat , “gracias a que unos venden tanto, nosotros podemos vender también”.
Hay lectores que merecen a sus escritores y viceversa , y que para llegar a los libros que sacuden la conciencia se necesita la paciencia de un pescador de perlas: abrir valvas estériles todos los días , hasta que encuentres esa perla por la que valieron todos los esfuerzos . Sólo se precisa un poco más de esfuerzo que el que requiere encontrar la música favorita.
A la literatura no se le puede pedir más que a las demás artes , ni que a los mismos seres humanos . No nos pueden gustar todos los textos, pero al menos podemos considerarlos. Los libros malos que han vendido decenas de ediciones completas en varios idiomas han encontrado a sus propios lectores, que seguramente no son personas que vayan a abrir un libro de Borges, de Skármeta o de Paul Bowles. Pero al menos están leyendo. El arte es lo que emociona y da placer, y no todos los seres humanos vibramos ante el mismo estímulo.
Tengo el vicio de pararme junto a las cajas de las librerías para saber qué lleva la gente. Llevan la última novela de Michael Crichton, Las Recetas de la Hermana Bernarda, libros de reflexiones de Osho y consejos sobre Feng Shui. Suspiro, resignada. Al menos están haciendo cola, todos con un libro en la mano. Eso ya es demasiado bueno.
Después de todo, Crichton asusta, Osho consuela. el Feng Shui agrega una mágia simpática a la vida y algunas de las recetas de la Hermana Bernarda son estupendas. Sólo ella sabe hacer tantas cosas con un kilo de papas.

No respetes a los libros


Una vez lei que Fred Astaire no sospotaba usar ropa nueva porque era dura, impecable y no lo dejhaba bailar tan bien como el querñia en su brillante duo con Ginger Rogers. Entonces, cuinaod le trañían un traje nuevo, lo golpeaa contra las paredes y muebles, le saltaba encima, lo enroolaba , se le santaba encima y lo volvñia golpear, y recien entonces se lo pponía para bailart con el : el traje estaba domado.
El hábito de la lectura es algo parecido : hay que golpear a los libros hasta que sepan quién manda aquí.
El hábito de la lectura es contagioso. Pero para contagiarse hay que estar cerca de lectores compulsivos. Los jóvenes entran a la lectura por recomendación de sus pares o de sus ídolos. En los ´70, todos leían a Antonin Artaud , Carlos Castaneda, Foucalt y Rimbaud gracias a que el rockero argentino Luis Alberto Spinetta lo incluia en la letra de sus canciones ( y los mencionaba en los reportajes). Muchos entramos a Antonio Machado y a Mario Benedetti de la mano de los discos de Joan Manuel Serrat. El compositor Pedro Aznar musicalizó maravillosamente a Jorge Luis Borges. Tal vez , para inciar a los jóvenes en la lectura, necesitemos más músicos que le pongan melodía a los textos de nuestros poetas.
El mencionado Daniel Pennac diseñó el Estatuto de Derechos del Lector, que tiene diez artículos : “Tengo derecho a no leer, a saltearme páginas, a no terminar un libro, a releerlo cuantas veces quiera, a leer cualquier cosa, a distraerme leyendo, a leer en cualquier lugar, a curiosear y tocar libros en una biblioteca o librería, a leer en voz alta y a no tener que defender mis gustos personales.”
La única manera de abordar la lectura es perdiéndole el respeto a los libros, usándolos como se nos dé la gana y sin culpas de ningún tipo. Los mismo opina Isabel Allende de la escritura : “ Para escribir hay que perderle el respeto a la palabra . Hay que perder el miedo a los críticos , a los profesores y a los otros escritores . Hay que escribir escribir por el placer de contar, no para ganar premios o para que nos digan que lo hacemos bien.”
Los grandes lectores no son respetuosos ni prolijos. Libro que no te atrapa, no te merece. O tal vez se quede esperándote hasta que lo necesites. Tendríamos que tener menos resquemores de confesar, por ejemplo “tengo en mi biblioteca una docena de libros leídos por la mitad, y otra docena en las que sólo leí el final” . Confieso que jamás logré avanzar más allá del primer capitulo de “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez. Pero leí “Vivir para contarla”, del mismo autor , en cuatro días. Hay muchos libros célebres de los que no leí más que el indice y la contratapa. Tengo muchos libros que me hacen agua a la boca, que a veces entreabro, espiando su interior como si fuera el de una caja de bombones, con cuidado para que no pierdan el olor a nuevos.Son mi kit de emergencia para noches desesperadas.
Otros libros me sirven como referencia. Otros como compañía.Cuando estoy mal leo Dave Barry o Paul Reiser me resultan más terapéuticos que Proust. Leer no tienen que ser un deber, sino un placer absoluto.
Uno tienen derecho a entrar a una librería y curiosear libremente.
Pero lo mejor es entrar a una biblioteca. Las librerías son como las carteleras del cine: muestran solo las novedades de la semana. Lo demás queda archivado en el depósito. Intentemos preguntar en una librería por nuestro libro favorito:. “ ¿ La Isla, de Aldous Huzxley? No lo tenemos “ , “ ¿ El Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir? Hace años que no se reedita” , “ ¿Pasiones del Espiritu de Irving Stone? Está agotado.”, “¿ Las Mil y Una noches? ¡ Avíseme si lo consigue!”, “ ¿”Este día perfecto” también traducido como “ Chip el del Ojo Verde”, de Ira Levin?¿ Eso qué es?” . (Es un maravilloso libro de 1970 , que leí en una vieja biblioteca clausurada, que tiene la trama básica de la película “Matrix”, y que no encuentro por ningún lado)
Como en el cine , a veces pasan semanas antes de que en la librería aparezca nada interesante. Y de pronto aparecen tres o cuatro libros que compraríamos con los ojos cerrados. A veces en las librerías de viejo, con paciencia , se encuentran libros valiosos a precios irrisorios.
En una biblioteca tienen todo, y si no tienen lo que uno busca, nos dirán con qué reemplazarlo hasta que lo encontremos. Además, por el precio de un tercio de libro podemos leer todos los libros que el tiempo libre permita.
También se puede empezar a leer pidiendo libros a amigos. Aunque también puede suceder que nuestro mejor amigo tenga gustos literarios diametralmente opuestos a los nuestros. Tengo que reconocer que este método es falible : yo sufrí una enorme decepción cuando mi amiga me recomendó entusiasta un espantoso volumen de Romain Rolland que leí hasta el final intentando descubrir qué le había encontrado de bueno. Pero, en compensación, viví una intensa alegría al comprobar que nos unía el gusto por Augusto Roa Bastos, y – ya más grandecitas - por Simone de Beauvoir .
Mi sugerencia es pensar en qué temas le interesan a uno - ¿ historia, aventuras, viajes, romance, crimen?- y pedir consejo a los lectores avezados o a los bibliotecarios. Los libreros no tienen demasiado oficio, y recomiendan sólo lo que se vende mucho.
Luego hay que abrir el libro al azar tres veces : si en la tercera uno no se queda atrapado en la lectura, sin poder uno detenerse, ese libro merece ser leído,...hasta que nos deje de interesar. Con los años, uno aprende a leer entre lineas, en diagonal- porque nuestra vida es limitada y no podemos leer todo- hasta que queda atrapado, que es generalmente donde empieza lo bueno. Otro consejo: no esperes tener la tarde libre para tumbarte en un sofá con buen a luz y leer sin ser interrumpido. Esto no sucede en la vida de nadie. Leer es algo que se puede hacer en entretiempos , en lapsos vacíos: esperando al tren en el andén , en un tramo de subterráneo de quince minutos, mientras esperamos esa llamada telefónica , mientras hierve el agua de los fideos, haciendo cola en el banco para pagar las facturas, esperando que salga el médico de revisar a la tía en su habitación de hospital , o esperando que el lavarropas termine el ciclo de centrifugado antes de tender la ropa al sol. Si uno lee, todo lo que antes eran tiempo muertos se convierten en tiempos más vivos que la misma realidad.